LA MÚSICA ACÁDEMICA DEL SIGLO XX
- Fernando Rivas Castillo
- 21 ene
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Actualizado: 30 ene
La música académica tiene una trayectoria histórica llena de hitos, evoluciones, e innumerables compositores de alto calibre a través de los grandes periodos de la historia de la música, desde el renacimiento a la época barroca, los exponentes del clasicismo incluso la aclamada música del romanticismo, entre los cuales destacaron muchos apellidos conocidos como Haydn, Mozart, Beethoven, Tchaikovsky entre otros… pero el siglo xx para la música académica fue un periodo que hasta el día de hoy da mucho de qué hablar, pensar, y analizar. En el presente ensayo se pretende abordar de una forma crítica algunos de los temas relacionados a este periodo, haciendo énfasis en sus distintos estilos que convivieron en este intervalo de tiempo en distintos lugares del mundo, y cómo esa división dio paso a lo que conocemos como postmodernidad.
La división estilística que caracteriza el periodo fue resultado de los muchos caminos que apertura el uso cada vez más extenso del cromatismo, tal como se puede ejemplificar en los compositores del romanticismo tardío como Tchaikovsky y por sobre todos ellos Richard Wagner, en el cual se hizo notar el comentario crítico de Johannes Brahms al decir que todas las opciones musicales en el sistema armónico actual se encontraban cada vez más agotadas, por lo cual comenzó una tendencia musicalmente descentralizada de Europa y enfocada más bien a cada región del mundo según sus aspiraciones y ambiciones artísticas, la cual sirvió como una transición hacia el siglo xx, bien ejemplificada a través de las sinfonías de Antonín Dvorak, tratándose del movimiento nacionalista.
El nacionalismo puede definirse como aquella corriente musical en la cual predomina el uso de materiales temáticos que pueden identificarse como nacionales, ya sean melodías, ritmos, o progresiones armónicas características que representen a una región. Se hace énfasis en la predominancia de dichos elementos ya que durante el romanticismo muchos compositores rusos utilizaban parte de su folklore para crear música, tal como lo es la “Obertura en 3 temas rusos” de Mily Balakirev, (de la cual Tchaikovsky tomó ideas temáticas y de orquestación para sus obras) lo que sugiere una estrecha relación entre el romanticismo de la segunda mitad del siglo XIX, que a medida que pasaron los años fue extensiva a otros lugares del mundo con distintos exponentes, entre los cuales se encuentran los ballets de Stravinsky en Rusia, Manuel de Falla en España (también identificado como impresionista), Aaron Copland en USA, Heitor Villalobos en Brasil, Silvestre Revueltas en México, Bela Bartok en Hungría, Alberto Ginastera en Argentina, y después de un largo etcétera no se puede dejar de lado la mención de los Venezolanos Inocente Carreño, Antonio Estévez, y Gonzalo Castellanos como exponentes del nacionalismo durante la mitad del siglo xx.
Durante la salida de la música romántica también estuvo muy presente el impresionismo francés encabezado por Claude Debussy y Maurice Ravel, que dieron bases artísticas lo suficientemente sólidas como para incentivar a Manuel de Falla a aproximarse a dicha corriente a España, pero no lo suficiente como para que perdurara de forma determinante en exponentes de posteriores generaciones. La música impresionista le dio mucha importancia a los timbres orquestales en búsqueda de efectos, tiempos no lineales e interpretaciones basadas en la impresión pictórica de la música, y a una utilización diferente de la armonía haciéndose destacar la escala por tonos enteros y saltos interválicos más atrevidos que surgen al paralelo de los compositores post románticos.
Durante la segunda década del siglo xx se ubica la llegada del modernismo, momento en el cuál la cultura estaba siendo obligada a adaptarse a cambios fundamentales de la sociedad, tecnología del momento y desarrollos paralelos que debieron tomarse como principios de un nuevo fundamente estético, ante lo cual se hace mucho más fuerte la crisis de la tonalidad y el paso hacia el atonalismo. Algunos autores como Edgar Varese, Aleksandr Skriabin, e incluso Bartok, crearon música respondiendo a dicha crisis rompiendo con los principios tonales, sin embargo, el autor con mayor fuerza teórica fue Arnold Schoemberg con la propuesta dodecafónica, cambiando las reglas del juego en todos los aspectos.
Schoemberg por supuesto, proviene de una corriente romántica, pero decide abandonar el sistema tonal para la búsqueda de la atonalidad y su sistematización como fundamento teórico con el cual rompe uno de los aspectos de la tradición, siendo el exponente de la segunda escuela vienesa a través de sus alumnos Anton Webern y Alban Berg, quienes profundizaron en el sistema dodecafónico y le dieron tal relevancia al siglo xx que su efecto innovador fue similar al que tuvo la primera escuela vienesa de Haydn, Mozart y Beethoven.
El dodecafonismo más allá de proponer nuevas notas, lo que propuso fue utilizar las 12 notas de la escala cromática de una forma no jerárquica entre ellas, dejando de lado las funciones tonales, puntos de estabilidad o reposo, y puntos de tensión como se concebían anteriormente, por lo cual había un tema filosófico de por medio en lo que destacaba que ante tal radicalidad del cambio quedaba a confusión la subjetividad de las emociones debido a la idea arraigada de asociaciones de sonoridades y emociones por distintas variables ambientales. En cambio, el microtonalismo si propuso las extensiones de notas buscando los puntos medios entre los semitonos, siendo los cuartos de tono, que nacieron ante los experimentos de Charles Ives con un violín en medio de una discusión sonora referente al tema de la afinación y el fenómeno del vibrato abordado como desafinación controlada, dándole a la primera mitad del siglo xx un peso artístico y además científico muy honorable para el gremio musical, que de hecho muchas investigaciones se están llevando a cabo en la actualidad alrededor del microtonalismo a pesar de que no fue un recurso adoptado en maza por los compositores.
En una aproximación hacia la segunda mitad del siglo, se da a conocer un sucesor de la técnica serial de la segunda escuela vienesa, Pierre Boulez, quien a través de su propuesta le ofreció un enriquecimiento técnico a la técnica serial a través de lo que denominó “Serialismo integral” el cuál se distinguía del serialismo tradicional por anexar elementos musicales más allá de las alturas tonales, tratándose de matices, intensidades, técnicas, robustez en los elementos rítmicos e incluso silencios y otros aspectos de la grafía.
Todos los aportes que surgieron durante el siglo se fueron solapando con el paso de las décadas, dando a nacer una vanguardia radical que estaba representada por compositores como Stockhausen, Iannis Xenakis, Gyorgy Ligeti, Witold Lutoslawski y John Cage, quienes además de regirse por planteamientos estéticos tomaron posiciones filosóficas para generar nuevas ideas y tendencias artísticas, unas bien recibidas como la música vanguardista-nacionalista de Lutoslawski y la música efectista de Xenakis, otras no tanto como el caso de 4:33 de John Cage, pero comenzaba a discutirse la particularidad de que en dicha época moderna cada vez perdía más relevancia el recibimiento del público y la buena crítica.
Toda la exposición anterior deja claro que el siglo xx se convirtió en un siglo poliestilístico con mucha más fuerza que los siglos anteriores en cuanto a competencia de estilos y tendencias, pero lo que adquiere mayor relevancia es la cantidad de elementos musicales, filosóficos, estéticos y artísticos generales que deja el movimiento moderno y todo lo que tiene para decir sobre que esperar de lo que prosigue, dando paso a la posmodernidad.
La música moderna da su fin ante el fallecimiento de Dimitri Shostakovich en el año 1975, el último gran sinfonista de nuestros tiempos y que cesa su catálogo entre otras obras con la 15va sinfonía, que si bien su orquestación era en bloque fue muy efectiva, y representó para muchos el movimiento moderno y nacionalista. El posmodernismo nace abordando las nuevas complejidades y corrientes experimentales que surgieron del análisis profundo de más allá de las propuestas de los autores modernos, sus obras, técnicas no expuestas y filosofías que fueron conectando con los recursos y cambios que trajo consigo el siglo presente, en el cual se comenzaron a desarrollar movimientos como la nueva simplicidad surgida en Alemania entre los cuales se encuentra como exponente Wolfang Rihm, la continuidad del minimalismo americano por John Adams, y por supuesto uno que ha dejado una huella sobre la cual se sigue trabajando, el espectralismo con exponentes como la finlandesa Kaija Saariaho con obras como “Orion” entre otras.
El presente siglo, en específico hablando de las dos primera décadas (2000-2020) se continuó dando una importancia a la nueva complejidad entre la cual se encuentran recursos como técnicas extendidas de instrumentos, texturas complejas, y búsquedas del solapamiento de los fenómenos relativos del tiempo y el ritmo con la microtonalidad y otros recursos que cada vez más buscan solapar los recursos del siglo xx, aunque a pesar de ello ha sido más complejo escuchar la música académica nuevamente en los escenarios con el mismo furor que en los siglos pasados, por lo cual sería incierto afirmar el destino de la música culta en el presente.
A manera de cierre del ensayo es oportuno mencionar que en Venezuela hay una lista interesante de compositores con propuestas que probablemente puedan tomarse para estudio a futuro, entre los cuales se encuentran compositores de la generación de Diana Arismendi, David Pedroza, Luis Ernesto Gómez, e incluso compositores más jóvenes que se han abierto un lugar en la expectativa compositiva del siglo XXI como Diego Morales, Luis Pichardo, José Alejandro García, Luis Fernando Laya, Ángel Barroyeta, entre otros. Concluyo con una cita de John Cage quizás poco convencional pero digna de cerrar una temática interesante.
“No puedo entender por qué la gente tiene miedo de las nuevas ideas. Yo tengo miedo de las antiguas”. John Cage

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